Por Víctor Soto.
Aquella mañana de febrero
de 1992, al salir de la cama mi corazón se llenó de gozo. Sporting Cristal jugaba
de visita a en Piura y este servidor sabía que su lugar era estar al lado de
ellos para alentar a los bravos celestes.
Los barristas salimos de la Florida sabiendo que estábamos poniendo
nuestra cuota de sacrificio porque nos necesitaba el cuadro de nuestros amores
y, sobre todo, porque nos nacía del corazón.
Nadie nos lo imponía, tan solo
nuestro amor por esa casaquilla celeste por la que habíamos llorado con las dolorosas
derrotas, pero la mayoría de veces habíamos gritado a todo pulmón nuestras
victorias, nuestros títulos, nuestras remontadas de marcador en partidos difíciles,
con público adverso.
¿Y ahora? A Sullana, esa
ciudad calurosa donde los limeños siempre sufren, tan poco acostumbrados a los
climas extremos. Nuestro rival era difícil, el Alianza Atlético Sullana.
En nuestro grupo se
encontraban los bravos celestes, los más ranqueados, los más bullidores: el
Rolo, el Maestro García y su hijo, César Vásquez, el Tirulero, el Rompebanca, Jeffrey, Pablo Merea (quien fue a despedirnos
y lo tomamos de rehén: no lo soltamos hasta llegar a Sullana), Carlos
Sarmiento, el Tío Koki, Miguel (Peloduro), algunos integrantes de los Slayers y
por último, este servidor, Víctor Soto.
En ese viaje nos mandamos
una huasca bravaza, tan intoxicante que sin querer me salí viendo con Butragueño
(no el delantero español, sino uno que incita “al arrojo”. Lamentablemente, el buitre le cayó por la ventana a mi causa Rompebanca (¡Gordo,
fue casual, sin rencores, plis!).
Pero siempre pasan
incidentes como el que voy a narrar. Esto sucedió en el viaje de ida. El señor
García, en estado etílico, quiso parar el ómnibus porque su hijo se había
extraviado y empezó a echarle la culpa a César Vásquez. Las palabras del tío García
eran de desesperación:
- - - ¡César, mi
chibolo no está! ¡detén el ómnibus, ta’
huevón!, ¿no lo habrás cambiado a
mi hijo por una caja de chelas, verdad?
César Vásquez no podía
creer tamaña calumnia, pero fue caballeroso al ver el rostro furioso del tío.
- - Señor García,
su hijo debe estar al fondo.
Y era cierto. En medio de mi huasca pude constatar que el chibolo dormía
plácidamente al fondo tomando como almohada una mochila que olía a pisco.
Durante el viaje estuvimos escuchando el mismo cassette recontralocazazo
de ‘Guns and Roses’, que había llevado un chibolo del Cerro. Lo escuchamos por lo menos unas doce veces. El tío García, que ya estaba recontra
amargo de tanto escuchar durante horas y horas el mismo cassette a todo volumen,
no aguantó más y despotricó:
- - ¡Ya pues, no
jodan y corten esa bulla de mierda, que ahorita les boto el cassette a la
carretera!
Al llegar a Sullana, unos muchachos del Cerro se pusieron a jugar pelota
en la Plaza de Armas y le ganaron la apuesta a un vendedor que perdió el
partido. Caballero nomás, el perdedor pagó con toda su ropa. Bastante generoso el vendedor quien, por su bondad
debía ser hincha del Sporting Cristal. Fue un episodio de película pero este
servidor, a pesar de que estaba un tanto ebrio, recuerda todo perfectamente.
En el trayecto de Piura a Sullana nos dimos con la sorpresa de que se
había destruido el puente que une la carretera con la ciudad de Sullana. Habían
colocado unas tablas para que pasen los autos, ómnibus y camiones. Recuerdo que
pasamos a gran velocidad y lo logramos. Al llegar al estadio, que era un
verdadero horno, Peloduro ordenó el avance y entramos a la tribuna Occidente de
el estadio “Campeones del 36”. . Mucha gente nos insultaba. Un tío me agredió y
yo reaccioné en defensa de los colores. Le cayó su chiquita en la zona baja,
donde se unen las piernas. Fue un golpe
perfecto digno de “Vale todo”.
El partido fue para el olvido y
no quiero recordar el score. Pero ese calor nos despellejaba. Al salir nos
moríamos de sed y me metí con mi amigo
del cassette de ‘Guns and Roses’ a la chacra a pedir agua. Cuando estábamos por
subir al micro divisé unos murciélagos. “Qué loco es este lugar”, dijo el chibolo
y se persignó porque creía que se iban a convertir en Drácula y le iban a
chupar la sangre, la cual estaba bastante mezclada con alcohol.
Ya en camino a Lima, ocurrió una anécdota muy peculiar y escandalosa.
Resulta que a la salida de Barranca, en medio de la carretera había una
chocita., era un negocio de abarrotes y trago. El ómnibus se detuvo y yo de
inmediato me percaté que algo extraño al observar cómo un grupo de celestes le
compraban sánguches , galletas y gaseosas a la señora dueña del negocio. Pero
por la espalda del local el hermano de la señora, un fanático barranquero hincha
celeste a morir, al ver a los barristas
con la hermosa divisa celeste les estaba vendiendo los mismos productos a
precio casi de regalo. Lo que costaba dos
soles se los daba a china, y además, a los
que estaban misios, que eran la mayoría, les obsequiaba gaseosas y galletas.
“Eso sí”, dijo bajando la voz, “que mi
hermana no los vea, porque ella siempre duda de mí sin tener pruebas” … Luego,
estos palomillas se subieron al bus repletos de provisiones. (no te hagas el
tercio, John; ni tampoco tú, Rompebanca; y tú menos , Rolo, ¡ja ja ja!).
A unos kilómetros nos detuvieron las radiopatrullas del norte Chico y nos
hicieron un tremendo chongazo. Resulta que la señora –quien lógicamente no era
hincha rimense - había descubierto que su almacén estaba casi vacío y además
había pescado a su hermano escondiendo
la plata de la venta que le había hecho a los barristas. Pero este, limpiándose
las manos, lanzó una vil calumnia diciendo que los muchachos lo habían
asaltado, lo cual era completamente falso. Miguel Peloduro, afrontando
la intransigencia de los policías , tuvo
que meter un tremendo floro para salvar
la situación.
Cerca a Lima, por el
desvío a Chancay - Huaral, la tegen sacó
todo lo que habían conseguido a precio de regalo: embutidos, gaseosas,
galletas, manjarblanco, King Kong, tejas y algunas chelas.
Nos despedimos en el terminal
citándonos para el siguiente viaje a otra provincia peruana con el sagrado deber de alentar a nuestros
jugadores celestes.
buena, loco
ResponderEliminarcuéntate la que pasamos en el monumental contra las gayinas y los rechazamos a esos cobardes
Podemos ganar, empatar o perder en la cancha, pero jamás perdemos en las calles.
ResponderEliminarvivan las tres principales barras cerveceras
extremo celeste
oriente
y guardia extrema
y vivan las barras de provincias que siempre nos han apoyado hasta con gaseosas y comida