Por Victor Soto.
Era noviembre de 1992. Un grupo de barristas celestes nos
reunimos un sábado por la noche a las afueras del club y subimos al ómnibus que
nos esperaba estacionado en el parque, era muy tarde. Entre los audaces
barristas se encontraban Alex (el negro), Pie Grande del Cerro, Chito del
Cerro, el Chino Valencia, César Vásquez, Miguel Peloduro, un amigo que le decían La Pepa y un servidor,
Victor Soto a sus órdenes, entre otros.
El viaje
fue recontra locazo. El ómnibus tenía capacidad para 85 pero entramos 120, más
apretados que calzoncillo de torero. El amigo Tallarín del Rímac me amenazó: “Oe,
pelucón, al que se duerme le cortamos el pelo”.
Y en el viaje, qué desgracia, al copiloto se le ocurrió poner películas de
zoofilia. Toda la gente, por causa del trago y mucho más por la película, empezaron
a buitrear a la subida a Ticlio. Fue brutal, yo iba al fondo y me gané con todo
el espectáculo.
Ya en Huanuco decidimos pasear e inspeccionar el
lugar. Peloduro, previniendo el desorden les advirtió:
-
Muchachos, pórtense bien.
Nosotros juramos portarnos bien, como gente
civilizada, pero de nada sirve prometer paz y tranquilidad cuando a uno lo
atacan: desde el balcón de una casa nos insultaron. Era una pareja de tíos y me
gritaron “Pavo Pelucón”. Yo les respondí:
- - A mucha honra, yo todavía puedo. Pero tú,
tío, preocúpate porque se te ve el pañal -
Me lanzaron una olla.
Camino al estadio, desde las casas de los alrededores nos
lanzaban cosas y nos insultaban. Automáticamente tuve la sensación de que esa
tarde iban a originarse complicaciones para la supervivencia.
Ya a las puertas del estadio, observamos que en los
cerros había mucha gente esperando el comienzo del partido. El estadio sólo tenía
dos tribunas (occidente y oriente) y nos hicieron entrar a la que ahora vendría
a ser su tribuna norte, pero no había ni graderías ni nada, sólo pasto puro.
Entrando nomás al estadio nos empezaron a lanzar
piedras. Los cabecillas nos pusimos de acuerdo entonces: “tendremos que
cuidarnos a la salida!”
Empezó el partido y junto con el pitazo inicial se
inició también una fortísima lluvia. Ese
partido lo ganamos 4 a 1, con lluvia, con piedras, con botellazos, con granizo, con todo... Fue el mejor triunfo de nuestro Sporting Cristal
sobre el León de Huánuco. A la salida del estadio nos esperaba una cobarde emboscada, una
batalla campal. Nos aventaban de todo, piedras, botellas de vidrio (¡fíjense
qué mala fe, podían matar a alguien!).
Ya cerca de la Plaza de Armas, los hinchas huanuqueños, enardecidos
por el resultado adverso, nos comenzaron a corretear. Era casi todo el pueblo contra
nosotros. Ya no los podíamos contener. Salieron con todo, tiraban a matar. Parecía
la pelea de los espartanos contra los griegos. Eran aproximadamente cinco veces
más que nosotros. La gente comenzó a correr. Yo me quedé rezagado casi al último
y pude ver en sus rostros la piconería y el odio. Esos barristas nos querían
aniquilar.
Fue terrible, y en nuestra desesperación, subimos a un taxi que en esos momentos terminaba de desembarcar
a un turista. Los huanuqueños le dieron duro al turista como si él pobre
turista tuviera la culpa de que los celestes habíamos derrotado a su cuadro.
En la Plaza de Armas, bien apertrechados, vigilamos
cualquier amago de peligro cuidándonos las espaldas esperando que se disipe la
amenaza de los hinchas huanuqueños. Pero la movilidad no llegaba y nadie nos
quería recibir porque temían que los hinchas huanuqueños los fueran a agredir también a ellos.
Pero se nos presentó la Virgen, me encontré con
unos celestes huanuqueños que nos habían estado apoyando en el estadio. “No se
preocupen,”, nos dijeron, “conocemos al dueño de un hospedaje que es hincha cervecero”. Y nos fuimos en mancha al hospedaje que
quedaba frente al barrio de León de Húánuco. Era una casa recontra antigua,
casi podría decirse que era del tiempo de la colonia, un lugar fúnebre lleno de
fantasmas. Nadie pudo dormir. Tuvimos que
encender la luz porque se escuchaban gritos
de espanto, de terror, de cadenas arrastrándose, llantos de bebé, todos provenientes de las otras habitaciones que
estaban vacías.
A la mañana siguiente nos reunimos para el viaje
de regreso. Yo viajé al lado de Pie Grande. Mi causa tenía sueños de grandeza
de omnipotencia. Y cuando se quedaba dormido roncaba como el tren a Huancayo.
La anécdota que más recuerdo, camino a Lima,
sucedió en la Oroya. Un grupo de celestes se metió al mercado y al poco rato
regresaron los cuatro con una canasta
gigante de pan. Y comenzaron a repartir pan a través de las ventanas. Se los
había obsequiado un panadero del mercado que era hincha del Sporting Cristal. Después
me dijeron que el panadero era amigo del chofer y se habían criado juntos en el
campamento minero. Al chofer, por ese encargo le dieron como cuarenta panes.
Pero olvidaba decir que al abordar el viaje de regreso
a Lima, los del Cerro nos dieron una sorpresa, traían una nueva pasajera, una joven
huanuqueña que había quedado enamorada –a primera vista- de uno de los barristas.
Pero ella además se había venido con su hijo, un niño huanuqueño que lo traía a Lima para
educarlo, protegerlo y formarlo para el bien de la sociedad. Ese niño creció en
el Cerro. Obviamente, cuando creció se convirtió en un barrista fanático.
Al llegar
a Lima vi los rostros contentos de mis amigos, con la satisfacción de haber
cumplido con su deber. Y de inmediato empezamos a planificar los viajes
venideros.
Ah, me olvidaba, el niño huanuqueño que vino en el
bus con nosotros ahora es estudiante universitario, y dentro de poco se va a
recibir de abogado. Su madre, desgraciadamente, falleció hace unos años atropellada
por un camión. Los barristas fuimos solidarios, ayudamos económicamente para su
sepelio. Durante todo el trayecto al cementerio acompañamos haciendo vivas al
equipo de nuestros amores y a la muchacha, quien se había convertido también en
una ardorosa hincha de nuestro querido cuadro cervecero. Con el barrista del cerro, la pobre muchacha tuvo
dos hijos más, pero se regresaron a Huánuco a casa de sus abuelos. Hoy forman parte
de la barra celeste de allá.
ESE PARTIDO LO RECUERDO COMO SI FUESE AYER, GRANDES MOMENTOS VIVIDOS CON EL EXTREMO.DEJAMOS LA SANGRE Y LA VIDA POR ESTOS COLORES ESE DIA .RECUERDO QUE ENTRAMOS CON TODO CON PELODURO A PUNTA DE CADENAS Y CORREAZOS .EL QUE ESTUBO HAY LO RECUERDA .
ResponderEliminarGRANDES MOMENTOS VIVIDOS JAMAS SE OLVIDAN EL QUE NO HA PASADO ESO Y NO HAYA DEJADO LA SANGRE EN PROVINCIAS NO ENTIENDE ESTE AMOR .NO ESTAREMOS EN EL CEMENTO HOY POR CULPA DE UNOS VENDIDOS YVOLTEADOS PERO NADA DURA PARA SIEMPRE..