jueves, 16 de agosto de 2012

PELIGROS Y SORPRESAS: SPORTING CRISTAL 4 - 1 LEON DE HUÁNUCO EN 1992.


Por Victor Soto.

Era noviembre de 1992. Un grupo de barristas celestes nos reunimos un sábado por la noche a las afueras del club y subimos al ómnibus que nos esperaba estacionado en el parque, era muy tarde. Entre los audaces barristas se encontraban Alex (el negro), Pie Grande del Cerro, Chito del Cerro, el Chino Valencia, César Vásquez, Miguel Peloduro,  un amigo que le decían La Pepa y un servidor, Victor Soto a sus órdenes, entre otros.

El  viaje fue recontra locazo. El ómnibus tenía capacidad para 85 pero entramos 120, más apretados que calzoncillo de torero. El amigo Tallarín del Rímac me amenazó: “Oe, pelucón, al que se duerme le cortamos el pelo”.

Y en el viaje, qué desgracia,  al copiloto se le ocurrió poner películas de zoofilia. Toda la gente, por causa del trago y mucho más por la película, empezaron a buitrear a la subida a Ticlio. Fue brutal, yo iba al fondo y me gané con todo el espectáculo.

Ya en Huanuco decidimos pasear e inspeccionar el lugar. Peloduro, previniendo el desorden les advirtió:
-         Muchachos, pórtense bien.

Nosotros juramos portarnos bien, como gente civilizada, pero de nada sirve prometer paz y tranquilidad cuando a uno lo atacan: desde el balcón de una casa nos insultaron. Era una pareja de tíos y me gritaron “Pavo Pelucón”. Yo les respondí:
-         - A mucha honra, yo todavía puedo. Pero tú, tío, preocúpate porque se te ve el pañal - 
   
   Me lanzaron una olla.

Camino al estadio,  desde las casas de los alrededores nos lanzaban cosas y nos insultaban. Automáticamente tuve la sensación de que esa tarde iban a originarse complicaciones para la supervivencia.

Ya a las puertas del estadio, observamos que en los cerros había mucha gente esperando el comienzo del partido. El estadio sólo tenía dos tribunas (occidente y oriente) y nos hicieron entrar a la que ahora vendría a ser su tribuna norte, pero no había ni graderías ni nada, sólo pasto puro.

Entrando nomás al estadio nos empezaron a lanzar piedras. Los cabecillas nos pusimos de acuerdo entonces: “tendremos que cuidarnos a la salida!”

Empezó el partido y junto con el pitazo inicial se inició  también una fortísima lluvia. Ese partido lo ganamos 4 a 1, con lluvia, con piedras, con botellazos, con granizo, con todo... Fue el mejor triunfo de nuestro Sporting Cristal sobre el León de Huánuco. A la salida del estadio nos esperaba una cobarde emboscada, una batalla campal. Nos aventaban de todo, piedras, botellas de vidrio (¡fíjense qué mala fe, podían matar a alguien!).

Ya cerca de la Plaza de Armas, los hinchas huanuqueños, enardecidos por el resultado adverso, nos comenzaron a corretear. Era casi todo el pueblo contra nosotros. Ya no los podíamos contener. Salieron con todo, tiraban a matar. Parecía la pelea de los espartanos contra los griegos. Eran aproximadamente cinco veces más que nosotros. La gente comenzó a correr. Yo me quedé rezagado casi al último y pude ver en sus rostros la piconería y el odio. Esos barristas nos querían aniquilar.

Fue terrible, y  en nuestra desesperación, subimos a un  taxi que en esos momentos terminaba de desembarcar a un turista. Los huanuqueños le dieron duro al turista como si él pobre turista tuviera la culpa de que los celestes habíamos derrotado a su cuadro.

En la Plaza de Armas, bien apertrechados, vigilamos cualquier amago de peligro cuidándonos las espaldas esperando que se disipe la amenaza de los hinchas huanuqueños. Pero la movilidad no llegaba y nadie nos quería recibir porque temían que los hinchas huanuqueños los fueran  a agredir también a ellos.

Pero se nos presentó la Virgen, me encontré con unos celestes huanuqueños que nos habían estado apoyando en el estadio. “No se preocupen,”, nos dijeron, “conocemos al dueño de un hospedaje que es hincha cervecero”.  Y nos fuimos en mancha al hospedaje que quedaba frente al barrio de León de Húánuco. Era una casa recontra antigua, casi podría decirse que era del tiempo de la colonia, un lugar fúnebre lleno de  fantasmas. Nadie pudo dormir. Tuvimos que encender  la luz porque se escuchaban gritos de espanto, de terror, de cadenas arrastrándose, llantos de bebé, todos  provenientes de las otras habitaciones que estaban vacías.

A la mañana siguiente nos reunimos para el viaje de regreso. Yo viajé al lado de Pie Grande. Mi causa tenía sueños de grandeza de omnipotencia. Y cuando se quedaba dormido roncaba como el tren a Huancayo.

La anécdota que más recuerdo, camino a Lima, sucedió en la Oroya. Un grupo de celestes se metió al mercado y al poco rato regresaron los  cuatro con una canasta gigante de pan. Y comenzaron a repartir pan a través de las ventanas. Se los había obsequiado un panadero del mercado que era hincha del Sporting Cristal. Después me dijeron que el panadero era amigo del chofer y se habían criado juntos en el campamento minero. Al chofer, por ese encargo le dieron como cuarenta panes.

Pero olvidaba decir que al abordar el viaje de regreso a Lima, los del Cerro nos dieron una sorpresa,  traían una nueva pasajera, una joven huanuqueña que había quedado enamorada –a primera vista- de uno de los barristas. Pero ella además se había venido con su hijo,  un niño huanuqueño que lo traía a Lima para educarlo, protegerlo y formarlo para el bien de la sociedad. Ese niño creció en el Cerro. Obviamente, cuando creció se convirtió en un barrista fanático. 

Al llegar a Lima vi los rostros contentos de mis amigos, con la satisfacción de haber cumplido con su deber. Y de inmediato empezamos a planificar los viajes venideros.

Ah, me olvidaba, el niño huanuqueño que vino en el bus con nosotros ahora es estudiante universitario, y dentro de poco se va a recibir de abogado. Su madre, desgraciadamente, falleció hace unos años atropellada por un camión. Los barristas fuimos solidarios, ayudamos económicamente para su sepelio. Durante todo el trayecto al cementerio acompañamos haciendo vivas al equipo de nuestros amores y a la muchacha, quien se había convertido también en una ardorosa hincha de nuestro querido cuadro cervecero.  Con el barrista del cerro, la pobre muchacha tuvo dos hijos más, pero se regresaron a Huánuco a casa de sus abuelos. Hoy forman parte de la barra celeste de allá.

miércoles, 15 de agosto de 2012

¡ALENTANDO A MI CRISTAL EN EL INFIERNO SULLANERO!


Por Víctor Soto.

Aquella mañana de febrero de 1992, al salir de la cama mi corazón se llenó de gozo. Sporting Cristal jugaba de visita a en Piura y este servidor sabía que su lugar era estar al lado de ellos para alentar a los bravos celestes.  Los barristas salimos de la Florida sabiendo que estábamos poniendo nuestra cuota de sacrificio porque nos necesitaba el cuadro de nuestros amores y, sobre todo, porque nos nacía del corazón. 

Nadie nos lo imponía, tan solo nuestro amor por esa casaquilla celeste por la que habíamos llorado con las dolorosas derrotas, pero la mayoría de veces habíamos gritado a todo pulmón nuestras victorias, nuestros títulos, nuestras remontadas de marcador en partidos difíciles, con público adverso.

¿Y ahora? A Sullana, esa ciudad calurosa donde los limeños siempre sufren, tan poco acostumbrados a los climas extremos. Nuestro rival era difícil, el Alianza Atlético Sullana. 
  
En nuestro grupo se encontraban los bravos celestes, los más ranqueados, los más bullidores: el Rolo, el Maestro García y su hijo, César Vásquez, el Tirulero, el Rompebanca,  Jeffrey, Pablo Merea (quien fue a despedirnos y lo tomamos de rehén: no lo soltamos hasta llegar a Sullana), Carlos Sarmiento, el Tío Koki, Miguel (Peloduro), algunos integrantes de los Slayers y por último, este servidor, Víctor Soto.

En ese viaje nos mandamos una huasca bravaza, tan intoxicante que sin querer me salí viendo con Butragueño (no el delantero español, sino uno que incita “al arrojo”.  Lamentablemente, el buitre le cayó  por la ventana a mi causa Rompebanca (¡Gordo, fue casual, sin rencores, plis!).

Pero siempre pasan incidentes como el que voy a narrar. Esto sucedió en el viaje de ida. El señor García, en estado etílico, quiso parar el ómnibus porque su hijo se había extraviado y empezó a echarle la culpa a César Vásquez. Las palabras del tío García eran de desesperación:

-         - -  ¡César, mi chibolo no está! ¡detén el ómnibus, ta’  huevón!,  ¿no lo habrás cambiado a mi hijo por una caja de chelas, verdad?
César Vásquez no podía creer tamaña calumnia, pero fue caballeroso al ver el rostro furioso del tío.

-        -  Señor García, su hijo debe estar al fondo.

Y era cierto. En medio de mi huasca pude constatar que el chibolo dormía plácidamente al fondo tomando como almohada una mochila que olía a pisco.

Durante el viaje estuvimos escuchando el mismo cassette recontralocazazo de ‘Guns and Roses’, que había llevado un chibolo del Cerro. Lo escuchamos  por lo menos unas  doce veces. El tío García, que ya estaba recontra amargo de tanto escuchar durante horas y horas el mismo cassette a todo volumen, no aguantó más y despotricó:

-       -   ¡Ya pues, no jodan y corten esa bulla de mierda, que ahorita les boto el cassette a la carretera!

Al llegar a Sullana, unos muchachos del Cerro se pusieron a jugar pelota en la Plaza de Armas y le ganaron la apuesta a un vendedor que perdió el partido. Caballero nomás, el perdedor pagó con toda su ropa.  Bastante generoso el vendedor quien, por su bondad debía ser hincha del Sporting Cristal. Fue un episodio de película pero este servidor, a pesar de que estaba un tanto ebrio, recuerda todo perfectamente.

En el trayecto de Piura a Sullana nos dimos con la sorpresa de que se había destruido el puente que une la carretera con la ciudad de Sullana. Habían colocado unas tablas para que pasen los autos, ómnibus y camiones. Recuerdo que pasamos a gran velocidad y lo logramos. Al llegar al estadio, que era un verdadero horno, Peloduro ordenó el avance y entramos a la tribuna Occidente de el estadio “Campeones del 36”. . Mucha gente nos insultaba. Un tío me agredió y yo reaccioné en defensa de los colores. Le cayó su chiquita en la zona baja, donde se unen las piernas.  Fue un golpe perfecto digno de “Vale todo”.

El partido fue para el olvido  y no quiero recordar el score. Pero ese calor nos despellejaba. Al salir nos moríamos de  sed y me metí con mi amigo del cassette de ‘Guns and Roses’ a la chacra a pedir agua. Cuando estábamos por subir al micro divisé unos murciélagos. “Qué loco es este lugar”, dijo el chibolo y se persignó porque creía que se iban a convertir en Drácula y le iban a chupar la sangre, la cual estaba bastante mezclada con alcohol.

Ya en camino a Lima, ocurrió una anécdota muy peculiar y escandalosa. Resulta que a la salida de Barranca, en medio de la carretera había una chocita., era un negocio de abarrotes y trago. El ómnibus se detuvo y yo de inmediato me percaté que algo extraño al observar cómo un grupo de celestes le compraban sánguches , galletas y gaseosas a la señora dueña del negocio. Pero por la espalda del local el hermano de la señora, un fanático barranquero hincha celeste a morir,  al ver a los barristas con la hermosa divisa celeste les estaba vendiendo los mismos productos a precio casi de regalo.  Lo que costaba dos soles se los daba a china, y además,  a los que estaban misios, que eran la mayoría, les obsequiaba gaseosas y galletas. “Eso sí”,  dijo bajando la voz, “que mi hermana no los vea, porque ella siempre duda de mí sin tener pruebas” … Luego, estos palomillas se subieron al bus repletos de provisiones. (no te hagas el tercio, John; ni tampoco tú, Rompebanca; y tú menos , Rolo, ¡ja ja ja!).

A unos kilómetros nos detuvieron las radiopatrullas del norte Chico y nos hicieron un tremendo chongazo. Resulta que la señora –quien lógicamente no era hincha rimense - había descubierto que su almacén estaba casi vacío y además había pescado a su hermano escondiendo  la plata de la venta que le había hecho a los barristas. Pero este, limpiándose las manos, lanzó una vil calumnia diciendo que los muchachos lo habían asaltado, lo cual era completamente falso. Miguel Peloduro, afrontando  la intransigencia de los policías , tuvo que meter un tremendo  floro para salvar la situación.  

Cerca a Lima, por el desvío a Chancay  - Huaral, la tegen sacó todo lo que habían conseguido a precio de regalo: embutidos, gaseosas, galletas, manjarblanco, King Kong, tejas y algunas chelas.

Nos despedimos en el terminal  citándonos para el siguiente viaje a otra provincia peruana  con el sagrado deber de alentar a nuestros jugadores celestes.

martes, 14 de agosto de 2012

SPORTING CRISTAL - BOYS EN EL TELMO CARBAJO: ¡VENCER O MORIR!



Por Víctor Soto.

Recuerdo mucho ese partido. Nos tocaba jugar de visitantes contra el Boys en el Telmo Carbajo del Callao.

Era un domingo de aquellos que iban  a quedar guardados en la historia.

Eran las 11:30 y todos estábamos ya reunidos en el entonces San Martín (Hoy Alberto Gallardo). Y esa fue la hora en que arrancamos con dirección al puerto (mi barrio). Avanzamos por la av. Alfonso Ugarte y, unas cuadras antes en la plaza Unión, volteamos para entrar por la avenida Argentina, de paso que visitamos el gallinero apara dejarle algunos recuerdos en las paredes.

Éramos una cantidad increíble de celestes. Yo le pedí a la gente que no se muñequeen, que vayamos con calma, que en estos casos hay que poner mucho temple, mucha serenidad. Llegamos a la Universitaria y de ahí enfilamos por Colonial hasta la Urbanización San José para doblar por Faucett y tomar la avenida Venezuela. En lo que avanzamos me cubrí el rostro para no chocar con el barrio. Cuando llegamos al Óvalo de la Perla tuve la intución de que el terror y la muerte iban a estar muy cerca de nosotros.

Y no me  equivoqué. La gente en el Óvalo de La Perla estaba armada a hasta los dientes. Recuerdo esa división que había entre Colina y José Gálvez (limite de La Perla Baja y Bellavista). Enfilamos por una calle angosta, que parecía una trampa. Entonces entendí el mensaje, algo terrible estaba por pasar.

Entramos por Colina (espaldas del hospital Carrión). Cuando llegamos al cruce  de Colina con Alfonso Ugarte, el peligro no se hizo esperar. Aparecieron los del Boys, quienes junto con la gente del barrio nos salieron al frente.

Nos hicieron retroceder y hubo heridos y en eso escuché la voz de mi amigo Peloduro (Miguel):

-      ¡Muchachos, es ahora o nunca!, ¡vencer o morir!

Y pudimos revertir la situación que hasta el momento estaba incontrolable. Llegando unas cuadras más abajo, en el parque de Bellavista, llegamos  a un grifo a abastecernos de agua debido a las bombas lacrimógenas que habían lanzado los policías. Después de eso, llegamos a lo que era el infierno, la entrada al Telmo Carbajo. Recuerdo que íbamos a entrar a la tribuna popular, pero no fue así. Recuerdo que no podíamos entrar  porque, desde el otro lado, la gente del Boys (en su mayoría apoyados por gente de ese barrio) no nos dejaban avanzar.

Divisé a gente que venía de la Mar Brava, San Judas Tadeo (Barracones), la Siberia, Contumazá, Corongo, Puerto Nuevo, Dulanto, Bocanegra, gente rankeada que habían venido a destruirnos.  Entonces quise sacrificarme como Alfonso Ugarte y arengué a mis amigos:

-      -  ¡avancemos y que Dios nos ayude en esta misión por los colores y por ellos, nuestros jugadores celestes!
-       
 Hubo lacrimógenas hasta por gusto.  En eso diviso, en medio de las lacrimógenas, algo que venía volando: era un pedrón del cual me aparté rápidamente, pero lamentablemente le cayó a mi amigo Paul Champac, dejándole el  rostro inflamado como queso fresco en el Expreso (el diario).

Pasamos al cruce de la avenida Bolognesi con Loreto. Esa venía a ser la tribuna Oriente, ahí nos ubicaron ese día.  Era una tribuna que se caía a pedazos. De todos lados venía gente a atacarnos y nosotros nos defendíamos como mejor se podía.  Ya dentro del Carbajo, se sentía el ambiente caldeado, parecía un campo de concentración. Los de Boys estaban en su única tribuna popular. Nosotros en oriente a la espera de ver a nuestro glorioso Sporting Cristal Campeón.

Salió el Sporting y lo recibimos de la mejor manera. Empezó el encuentro que se jugaba a punta de patadas por parte de los rosados y con derroche de elegancia total por parte de los celestes. En eso viene el gol de Pepe Soto (hoy técnico de la gente del wáter). De tiro libre marcó el 1 – 0.  Después llegaría el gol de Julinho, un golazo para sellar el 2 – 0. Recuerdo que al final del partido, mi ojos se humedecieron de alegría y dije mirando al cielo: “Dios, tú eres el que eres por eso eres Dios y eres celeste al igual que yo”


Yo me quedé en la tribuna alistándome con mis amigos para salir del estadio, sabíamos que iba a ser difícil pero sobrevivimos.

Al salir del estadio, había policías cerrando las calles transversales, laterales y posteriores. Querían destruirnos. Recuerdo que salimos por la puerta principal (ver foto), y por delante se desplazaba un rochabús. De las casas nos aventaban de todo, la gente respondía. Al llegar ya a Colina, supe que lo peor ya había pasado. En todo el trayecto hacia la avenida La Marina fuimos atacados por los del Boys. La marcha terminó en el cruce de La Marina con Universitaria. De ahí cada uno se dirigió a su casa. En el ómnibus saqué cuentas mentalmente:

-      -  Si salimos vivos del Callao, podemos salir vivos de cualquier lugar.